Sin futuro 2

Sin futuro 2

Sin futuro 2 Voy recorriendo los cuatro kilómetros andando
Voy recorriendo los cuatro kilómetros andando
  • Logramos siempre infundirnos mutuamente una fe, una especie de confianza que no es precisamente en el futuro…

Voy recorriendo los cuatro kilómetros andando como lo he hecho muchas veces. Mientras camino, descanso del viaje nocturno en tren y en dos minibuses: de Iași a Bălți y de Bălți hasta el punto que indiqué al chófer olvidadizo.  

Sin futuro 2 (continuacion de Sin futuro)

Mi madre baja hacia mí por el caminito empinado de la pendiente con una actitud de sucesos nefastos en el semblante. ¿Se nos murió alguien?, pregunto.

Sin futuro 2 el caminito empinado de la pendiente
el caminito empinado de la pendiente

La muerte es una de las noticias más frecuentes en un pueblo cada vaz más despoblado, totalmente falto de futuro demográfico, donde los entierros se suceden a velocidad del tren mientras que bodas o bautizos se celebran uno o dos cada dos o tres años.

un pueblo cada vaz más despoblado
Sin futuro 2 un pueblo cada vaz más despoblado

Falleció un último familiar perteneciente a la estirpe paterna de mi madre que aún vivía en el pueblo. Había sido encontrado sin vida, tendido en el borde del camino; el corazón habia parado su marcha hacia adelante. Se encontraba medio congelado, listo para que lo pusieran en el ataúd sin ningún arreglo embalsamador.

Una docena de troncos gruesos colocados cerca de una pared esperan para ser partidos y servir como combustible. A mi madre uno le gustó de manera especial y lo conservó para que yo pudiera colocar en él la taza de café o té por la mañana.

Una docena de troncos gruesos colocados cerca de una pared
Sin futuro 2 Una docena de troncos gruesos colocados cerca de una pared
Sin futuro 2 tronco para colocar en él la taza de café o té por la mañana.
tronco para colocar en él la taza de café o té por la mañana

El gobierno actual, formado como resultado de una victoria aplastante en las últimas elecciones de Maia Sandu, candidata proeuropea, promueve una política abierta en su posición antirrusa, pero muy poco eficaz económicamente, empujando a los moldavos hacia unos límites de pobreza extremos. A título de ayuda en tiempos de mayor crisis energérica a nivel europeo ofrece una contribución de 700 lei mensuales (unos 35 euros) destinados a cubrir una parte de los gastos generados por el consumo de la electricidad y la calefacción.

calefección a fuego de leña
calefacción a fuego de leña

La cantidad es risible teniendo en cuenta el aumento de los precios de estos recursos que sufren los moldavos últimamente, el pueblo más pobre y más endeudado de Europa que solo logra sobrevivir gracias a las ayudas, bastante cuantiosas, cierto, pero que sin efecto tratan de llenar un saco roto, que proporciona la hermana Rumanía.

Por otro lado, el gobierno ha tomado la decisión de cerrar unos canales de televisión en lengua rusa, sumándose con ello a la corriente rusófoba global, en un espacio geográfico con relaciones demográficas muy delicadas, donde ni los rusos son vistos precisamente como enemigos ni los ucranianos solamente como amigos. Ni unos ni otros, a pesar de llevar siglos compartiendo geografía no han aprendido ni una palabra de la lengua de los moldavos, obligándolos de esta manera a aprender la suya para lograr sobrevivir en un espacio totalmente rusificado. Últimamente la cúpula política de Kíev encabezada por Volodímir Zelenski, ha adoptado una actitud sumamente rumanófoba en territorios históricamente pertenecientes a Rumanía, sometiendo a moldavo-rumanos, que han llegado a convertirse en una minoría desde los tiempos en que la URSS concedía y quitaba provincias a su antojo, a un acoso constante, hechos que desde Bruselas, los Estados Unidos y Londres, dada la distancia que media entre nosotros, no se escuchan ni se ven.

De vez en cuando los cañonazos de la confrontación ruso-ucraniana se oyen nítidamente desde el pueblo, dice mi padre. Y es que nos separan de Ucrania tan solo unos ciento y pico kilómetros.

nos separan de Ucrania tan solo unos ciento y pico kilómetros
nos separan de Ucrania tan solo unos ciento y pico kilómetros

En Rusia la euforia de la operación especial parece ir aumentando sobre su propia marcha, no paran de informar los noticieros de radio y televisión de estado rusa, y tan pronto como empiecen a aparecer sus primeros frutos, no habrá quien detenga su avance hasta una segunda toma de Berlín. Los rusos llevan décadas adiestrando su ejército, involucrándolo sin cesar en teatros de guerra, en territorios colindantes o más lejanos. Organizan concursos de armas infantiles, juveniles y de adultos y alaban desde siempre en canciones, películas y series de televisión la gloria de sus ejércitos. Lo cual quiere decir que el peligro no radicaría solo en el hecho de que su equipamiento militar, puesto en descrédito últimamente al haberse hechos públicos algunos de sus defectos, fuese o no muy moderno, sino también en el modo de ser de esa nación que no creo que haya sufrido unos cambios radicales en esa última década de globalización tecnológica galopante. Ya apuntaba en otros escritos que el Kremlin vigila rigurosamente la población a él subordinada.

Son cosas que seguramente deberían de conocer bastante bien en algunas cancillerías de otros países y el temor, por tanto, sería plenamente justificado. También así, aparte de otras razones de orden económico, comercial -para unos guerra, para otros madre, dice una frase rusa-, político y geoestrátegico, se explica uno esa lluvia continua de material de guerra que no cesa sobre Ucrania llegado desde Occidente. La entrada en combate de los tanques, dentro de un mes o dos -termino de escribir esto a 30 de enero de 2023-, quiere decir que toca montarse directamente al ring y que nadie, ningún participante en el conflicto, está dispuesto a dar su brazo a torcer. Y que va a ser cada vez más difícil mantener enlatado por mucho tiempo el conflicto a partir de ese momento. ¡Ojalá no sea eso mismo lo que precisamente se persigue!

Dos ejércitos en el mundo no han dejado ni un momento de someter a sus soldados a ejercicios y ensayos reales de guerra, que son precisamente los que ahora empiezan a enfrentarse: el de la Unión Soviética, actualmente de Rusia, y el de los Estados Unidos.

Dejo mi hogar moldavo el 28 de diciembre, a las 3 de la madrugada tras haber pasado seis días con mi madre y mi padre, dos ancianos que soportan con dignidad una jubilación miserable a la cual los condenó un estado que los explotó sin piedad más de 40 años. ¿Los dejo faltos de esperanza? No lo diria. Logramos siempre infundirnos mutuamente una fe, una especie de confianza que no es precisamente en el futuro, sino en el hecho de que el pasado, a pesar de las vicisitudes, no lo fue del todo vano.

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