Sin futuro

Sin futuro

Sin futuro: Acabamos de salir de la estación de autobuses de Bălți
Acabamos de salir de la estación de autobuses de Bălți

Dicen que sobre la felicidad se habla casi siempre en pasado y la deseas para el futuro. Sin embargo, y a pesar de que escribo esto a 22 de diciembre de 2022 mientras viajo, otra vez, de regreso a mi tierra moldava para visitar a mi madre y padre con ocasión de las fiestas navideñas, se me ocurre desear a todo aquel que surja en mi camino, durante este nuevo periplo de ida y vuelta, un venturoso 2022 en vez de 2023.

¡Ojalá lo fuera!

Alguien en el minibús, muy destartalado en que viajo, escucha la melodía de Ennio Morricone de la película “Le professionel” que curiosamente entona mucho con la atmósfera que flota en ese ambiente sin futuro.

Sin futuro: el minibús, muy destartalado, en que viajo
el minibús, muy destartalado, en que viajo

Acabamos de salir de la estación de autobuses de Bălți y rodamos por una carretera llena de baches que tortura todas las articulaciones del ya muy inválido y cansado vehículo, haciéndolas vibrar endiabladamente. En mis pies se apoya una sucia maleta que no es mía pero que, curiosamente, tengo que sostener para que no se caiga. Las letras dan brincos en cada vibración de la desvencijada carrocería, se mezclan entre ellas, la “n” con la “b”, la “s” con la “a”, la “f” con la “r”, etcétera. No las corrijo ahora; al hacerlo después me acordaré del presente como de algo que siempre es equivocado.

En la fila de al lado dos jóvenes -unos 18 o 19 años- se pasan en los móviles fotos pornográficas de las que se aburren enseguida. Me llama la atención un vídeo muy corto que se enseñan de manera muy fugaz; un muchacho medio desnudo con un cigarrillo en la mano que suelta una risa ajena y confusa. Los dos comentan algo. Y pienso que lo único que penetró de lleno en mi pequeña y bobalicona tierra moldava, al abrirse las fronteras soviéticas, es la droga.

El chófer, bastante joven todavía -unos 40 aún sin cumplir y muy mal llevados, rostro grisáceo, marchitado prematuramente y encías negras, desdentadas- olvida mi ruego de parar el coche donde acordamos. Se lo recuerdo aunque es un poco tarde y me veo obligado a recorrer la distancia andando por el borde  de la carretera. Lo siento, dijo el chófer. Es que pensaba en lo mío. No te preocupes, contesté, lo entiendo.

andando por el borde  de la carretera
andando por el borde  de la carretera

En el cruce me recibe un cachorro que ladra y da brincos de sorpresa o de contento, no lo sé; o bien porque espera recibir algo. La soledad a su alrededor es asombrosa; kilómetros y kilómetros de campo abierto y surcado con el arado para recibir los granos de las futuras cosechas en primavera.

En el cruce me recibe un cachorro
En el cruce me recibe un cachorro

El pequeño animalito trata de perseguirme. Le obligo a desistir de su intento y sigo mi camino andando con mi equipaje que va rodando sobre ruedas. El aire duro y frío ventila mis pulmones. Desde el cielo empiezan a caer, en vez de copos de nieve, gotas heladas de lluvia que al chocar contra el asfalto saltan como si fueran bolitas de plástico.

Desde el cielo empiezan a caer, en vez de copos de nieve, gotas heladas de lluvia
Desde el cielo empiezan a caer, en vez de copos de nieve, gotas heladas de lluvia

Solo y con tanto espacio a mi alrededor me siento en el centro del tiempo, del planeta y del universo, sin futuro, presente ni pasado. Me siento eterno.

Solo y con tanto espacio a mi alrededor
Solo y con tanto espacio a mi alrededor…

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