No pedir perdón

No pedir perdón Pelea en una escuela
Pelea en una escuela

No pedir perdón

  • …así son los tiempos; de amenaza y chulería, de no reconocer en ningún caso la culpa, de elevar la capacidad de mentir a la categoría de virtud personal y social. De no pedir nunca perdón.

En los recreos el centro donde trabajo como profesor de castellano parece un avispero y no sabes por dónde te puede venir un golpe.

Los impactos pueden ser variados; en la cabeza o en el abdomen, con alguna puerta que se abre o cierra bruscamente, una botella de agua o refresco que vuela cual un proyectil lanzado desde un cañón ruso. Al cruzar los pasillos has de avanzar con sumo cuidado, no vaya a ser que te descalabren por algún lado, te salpiquen la ropa de agua o zumo o te manchen con grasas o salsas de bocadillos pringosos.

Antes los profesores tenían entrada y escalera separadas, norma que ahora, después de que la pandemia nos obligara a despejar el flujo de estudiantes para que no chocasen entre sí ha dejado de ser respetada. Alumnos y alumnas por igual salen y bajan en manadas y muchas veces correndo, tropezando con los maestros y siguiendo su camino como si nada hubiera ocurrido. Casi hemos dejado de llamarles la atención por no provocar respuestas de mala manera, muy usuales hoy en día, y que ya no puedes castigar.

En los patios se fuma abiertamente y con desdén hacia la autoridad del profesor de guardia: ¿Pero quién es usted para decirme esto? Yo no le conozco. Sabes que te conocen, te armas de paciencia y enseñas la cartulina colgada al cuello que, de todas formas, está bien a la vista. ¡Ah! Vale. Sin embargo, al preguntarles cómo se llaman -tanto da chicos que chicas, repito-, dan nombres falsos y clases donde no son alumnos.

Pero tú, que llevas casi treinta años siendo profesor, y casi todos en este mismo centro, y que en los recreos sales al patio a jugar al baloncesto o a otros deportes, controlas muy bien al mantel, y le haces ver, siempre con calma, que lo que hace nu este bine, que la mentira tiene patas cortas y que mejor sería que llamara ahora mismo a su padre o madre para informarle sobre lo que ha sucedido si no quiere exponerse a un aviso formal con bajada de nota en conducta y todo eso. Muchas veces solo les explicas lo que ellos también saben perfectamente: que fumar en el recinto escolar no está permitido y que incluso no merece la pena por los problemas de salud que acarrea el abuso de tabaco con el tiempo. Suele funcionar, al menos por el momento; y no hace falta pedir más.

Algunos compañeros, sin ambargo, se salen de sus casillas. Lo hacen sin querer, humanamente. Los persiguen hasta su clase para pillarlos en la falacia, en el invento burdo, en la infame tomadura de pelo. No obstante, en ese preciso momento ya no tienen cigarrillo entre dedos. Y uno sabe, sin ser jurista, ni abogado, instintivamente, que ya no les puedes acusar de algo que no están hacendo en ese preciso momento. Y curiosamente ellos, también se dan cuenta de ello. Conocen su derecho a escabullirse de la acusación que tú pensabas que podías hacer sin ningún problema.

El profesor se acalora, pierde los estribos; el alumno -o alumna- se parapeta, totalmente consciente de su actuación, en la impertinencia y agresividad. Es cuando las cosas empiezan a ponerse feas no para el crío, sino para el adulto. Te amenazan con demandarte o con enviarte abogaduchos de pacotilla que a lo mejor sus familias ni siquiera tienen. Pero así son los tiempos; de amenaza y chulería, de no reconocer en ningún caso la culpa, de elevar la capacidad de mentir a la categoría de virtud personal y social. De no pedir nunca perdón.

relacionado: Justicia escolar, Maestro en clase

8 thoughts on “No pedir perdón”

  1. Pinta mal el tema ! Mala educación en general en todos lados. Estamos perdiendo el norte a pasos agigantados . Lástima
    Muchas paciencia Robert

  2. Malos tiempos hermano. Y como dicen las películas americanas: se pone peor. Te compartí un enlace de otro medio. Ahora te voy a compartir un artículo de mi autoría. El tema es parecido: la educación sentimental en mi país, Cuba

  3. Copio y pego: muchos (profesores) reflejan haber tenido ‘conflictos con los padres’ de sus alumnos, como una de las razones para abandonar su trabajo”,
    Gracias, José

  4. Has hecho un buen balance entre el buen gusto por la muzica y el mal gusto, también por la musica. Ahora surge la pregunta: ¿quién lo decide? Los adolescentes, por regla general, no son gobernados solo por los gustos, sino también por la corriente. Muchas veces evito llamar musica canciones que utilizo en clase para el aprendizaje del español; opto por “temas”.

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