En medio de tanta vociferación e incitación y de tanto señalamiento con el dedo uno ya no sabe si vive en una democracia o en una dictadura. ¡Tú, no te has vacunado todavía! Es la exclamación que ocupa todo nuestro tiempo, el espacio real y virtual, que nos meten por los ojos, oídos y poros, machaca nuestro cerebro, nos pone sobre aviso y nos acusa al mismo tiempo.
Todos quieren vacunarse. Todos. Y todos quieren que todos se vacunen. Algunas pocas voces de aquellos que se muestran reacios -como si no estuvieran en su legítimo derecho de negarse a dejarse pinchar, de no admitir que le metan en el cuerpo cualquier cosa- son sofocadas por el inmenso griterío de aquellos otros que rabiosamente manifiestan su indignación en contra de los reticentes. Nadie tiene derecho a cuestionar nada, a hacer -o a hacerse- preguntas, ni tan sólo a decir que no. ¡Hay que vacunarse!, vociferan los padres de los alumnos. Ningún profesor sin vacunar podrá entrar en las aulas para dar clase. ¡Sólo por encima de nuestros cadáveres! ¿Tú te vacunas o no?, envían listas el Ministerio de Educación y los Inspectorados Escolares. ¡Todos se han de vacunar!, proclaman, crispados, médicos de cabecera -algunos ya han empezado a borrar de sus listas a pacientes indecisos-, ministros, alcaldes, presidentes. Hay que vacunarse, Robert, me dicen dos queridos amigos transatlánticos.
¿Quién controla esta terrible máquina de fabricar opiniones idénticas?
El planeta entero ha de someterse a la jeringuilla porque es gratuita. Joe Biden, el presidente de los Estados Unidos anunciaba como un gran logro el objetivo prioritario de esta primera etapa de su mandato: vacunación for free. ¿Tú no te has vacunado todavía? Es for free.
Lo que puedes comprar con dinero es barato y lo que se consigue sin él es dudoso. Biden como norteamericano y como ser humano que tantos infortunios sufrió en su propia vida creo que lo sabe muy bien, de modo que el mensaje que pretende transmitir no parece el más adecuado ni el más justo.
- Dudo de una vacuna presentada como milagrosa por alguien que sólo aboga por el beneficio económico.
No tengo nada en contra de las vacunas. Gracias a algunas de ellas se han erradicado enfermedades peligrosísimas con secuelas graves para la salud. Dudo, no obstante, de la correctitud científica y humana de una vacuna fabricada a prisa cuando se sabe muy poco todavía sobre la enfermedad que debe combatir, sobre una enfermedad contra la cual aún no se ha encontrado una cura aficaz y cada médico utiliza, con mayor o menor éxito, un tratamiento diseñado por él mismo. Nunca hasta ahora la medicina se ha mostrado tan vacilante, tan desacertada en sus recomendaciones a pesar de todos los logros científicos y tecnológicos anunciados tan ferozmente y a diario. Dudo de una vacuna presentada como milagrosa por alguien que sólo aboga por el beneficio económico. Pregonan una eficacia del 97 por ciento, como si no fuera notorio que cualquier medicamento puede tener efectos adversos. ¿Por qué se silencian?
También el comunismo soviético ocultaba la verdad, enardecía a acciones en interés de alguna causa, hablaba de muertes necesarias, puramente estadísticas, influía y operaba de manera que la sociedad entera colaborara: ¡Todos a una: vacuna!
En realidad es esto lo que están haciendo los líderes políticos actuales con sus actitudes sonrientes frente al pinchazo de la aguja, incitando así a vacunaciones multitudinarias: manipulan en masa. Y la sociedad, empujada a ello con propaganda, coopera frenéticamente adoptando de buena gana y como suyo, personal, un modo de ver las cosas que, de no haber sido influida de esa forma, tal vez no acogería. En el comunismo soviético esto se hacía con miles de pancartas, carteles y cuadros, por televisión, radio y prensa controladas. Ahora se utiliza instagram, youtube, facebook, prensa pagada y lacaya, televisión y radio supuestamente independientes. Es una táctica de mal recuerdo, señores demócratas, un atentado a la libertad del ciudadano y a su libre determinación. Y lo peor es que todo esto se hace desde la democracia. Actuando así decepcionan ustedes no a la sociedad, que parece ya tienen bajo control; actuando así comprometen una vez más la esperanza de que alguna vez las cosas sencillamente cambien para mejor.