Persiguiendo un sueño

Persiguiendo un sueño

Persiguiendo un sueño

Hombre, algo positivo en esto habrá, te dices. Sin embargo, por mucho que intentes buscar algún alivio,  algún aliciente para la esperanza, no logras encontrarlo.

Mejor seguir encerrado y conservar un sueño que lograr la libertad y destruirlo. Así es como te sientes ahora después de atravesar sendas fases de una misma promesa que tal vez te hayas hecho tú solo.

Hace tiempo te propusiste, de manera inesperada para tu madre y tu padre, aprender el español en la Universidad, la lengua de un país europeo occidental, soñando quizás con que algún día lograrías cruzar las fronteras de un espacio en el que, sin darte cuenta, te mantenían encerrado. Pero las fronteras cayeron de repente, el muro se abrió y no estuviste indeciso ante la oportunidad que generosamente se te ofrecía: continuar tus estudios de doctorado en otro espacio. Una pulgarada más cerca, en tu imaginación, de ese occidente que se te antojaba lleno de promesas.

Y no te importaba la habitación sin calefacción durante ese primer invierno en Rumanía con muchísima nieve y a menos veinte, en un albergue abandonado con los aseos estropeados, hoy un llamativo hotel con restaurante-cervecería en el centro de Bucarest. No te importaba algún que otro rato amargo en los tratos con la gente. Ibas guiado por tu promesa, por tu propia esperanza.

Luego llegó la primera beca a la Autónoma de Madrid, obtenida tras recibir la aceptación en una carta enviada por correo y firmada: Teodosio Fernández Rodriguez, Jefe de Departamento. No olvidas la alegría de un gran logro, el segundo en la imaginaria lista de tus promesas. Le hiciste una visita a Don Teodosio. Bajito, con barba, risueño y muy amable. Profesor de Literatura Hispanoamericana. Más por razones de cortesía que por otra cosa. Y, eso sí, también burocráticas. Te tenía que firmar el informe final de tu estancia. A él te atreviste a mostrar tus primeros relatos en castellano. Y fue él precisamente quien te animó a presentarlos para un certamen literario. No olvidas tampoco tus pasos sobre las calles de Madrid, en la noche de la Cabalgata de Los Reyes Magos de 2002. La suela de tus zapatos se adhería al asfalto pegajoso de caramelos. El asfalto pisoteado estaba dulce, igual a lo mejor que la expectativa de la llegada a España del euro.

Visado Shengen abierto indefinidamente por la Embajada de España en Bucarest, trámite facilitado por el cónsul Miguel Herraiz. Así lo recuerdas tú. Te recibía en su despacho y charlaba contigo sobre las clases de español. Algunas becas más, algunos viajes, un premio literario, unos cursos de verano en Santander. Y después, la pandemia, el acoso de la vacunación obligatoria y el límite de circulación para los sin vacunar. La promesa de libertad, venida desde Occidente, te enseña sus primeros colmillos en una mueca desagradable.

Guerra en Ucrania, envíos incesantes de armas, la oferta de ayuda más generosa de todas, ofrecida hasta ahora al Este europeo desde el Oeste. La mueca ahora te parece siniestra.

Una Rusia victoriosa destruyendo una tras otra estas inversiones a golpes terribles de misiles y avanzando de manera imparable hacia Moldova, lugar de tu nacimiento. Y ahora te encuentras aquí, en Rumanía. Una Rumanía en el trigésimo quinto aniversario de su democracia, nuevamente de elecciones. Unas elecciones truncadas, paralizadas y suspendidas por la ley después de darlas por válidas al principio. ¿Cuándo se ha dicho la verdad -o mentido-, la primera vez o la segunda?

Hoy, domingo 8 de diciembre de 2024 cuando escribo esto, Rumanía hubiera debido elegir a su presidente. Sin embargo, se ha quedado en casa reflexionando en el porqué de esa decisión de frustrar un derecho duramente adquirido: el de votar libremente.

En el el trigésimo quinto año de su democracia, un 6 de diciembre, cuando el resto del país celebraba el Día de San Nicolás, el Tribunal Constitucional tomó la decisión de anular la primera ronda de las elecciones después de que unos días antes las hubiera aprobado. Y hace tan solo treinta y cinco años -en tiempo histórico este lapso no llega a la pulsación de un solo segundo- se llevaba a cabo la ejecución del presidente dictador y de su esposa un día de 25 de diciembre, cuando el resto de la nación, por primera vez en muchas décadas, podía festejar libremente la Navidad. ¿Por qué algunos pocos convierten en fatídicas fechas tan significativas de la fe? Esta es otra de tus preguntas.

Persiguiendo un sueño La trayectoria de libertad del pueblo rumano ha empezado con la condena a muerte
Persiguiendo un sueño

La trayectoria de libertad del pueblo rumano ha empezado con la condena a muerte y ejecución del dictador comunista el Día de Navidad y se ha terminado con la sentencia de anular el voto del pueblo treinta y cinco años  después, un 6 de diciembre, el Día de San Nicolás.

Y uno, que hace casi treinta y cinco años se ha marchado de su casa persiguiendo un sueño, encuentra frustradas, una después de otra, todas las promesas de alcanzarlo.

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