Topos rusos
En una película de guerra rusa un oficial de la avanzada pide con insistencia a sus superiores que le invíen “topos”, es decir soldados de baja estatura, anchos de espaldas y resistentes.
El ejército ruso, y después soviético, ha desarrollado desde siempre y sin cesar el arma de los zapadores, adiestrando a los soldados en cavar galerías subterráneas para atrincherarse y fortificarse en terreno ocupado o defendido. Lo hacen a conciencia, como si tuvieran la orden de quedarse en ese lugar para siempre.
En Ucrania, desde hace meses, llevan haciendo precisamente esto: socavan y apartan la tierra abriendo galerías y formando laberintos subterráneos, una especie de viviendas abastecidas de todo lo que hace falta para una larga permanencia.
Antes de ampezar el contraataque, soldados ucranianos grabaron un videoclip en que hacían la señal de quedar callados que uno interpreta como una especie de ¡silencio, se va a armar la gorda! La prensa occidental presentó la noticia de la contraofensiva de manera gloriosa, como si se tratara de una victoria anunciada de antemano. Mientras tanto los rusos, sin grabar ningún vídeo para ningún público y en un ambiente de silencio total, que reina en el espacio que ellos habitan desde hace siglos, se apoderaban, me temo que irreversiblemente, de un territorio más. Los primeros tanques que estrenó la contraofensiva, los famosos Leopard, ya han ardido al pisar sobre las minas.
Ucrania tiene muy poco tiempo para lograr que su reacción ofensiva sea eficaz. Sin embargo Rusia, que desde tiempos ancestrales se considera dueña de los territorios donde pone el pie, tiene a su disposición todo el tiempo del mundo: puede esperar, retirarse si hiciera falta, volver con otros efectivos y nuevo armamento.
Y no me imagino cómo se va a llevar a cabo la reconstrucción, de la que se está hablando, en un territorio despoblado de varios millones de habitantes que los rusos bombardean sin cesar y donde, en la retaguardia, ya trabajan cientos de ingenieros amparados por el ejército.