Iași, tranquila y estudiantil
Antes de ser dividida, Moldova, junto con Muntenia (o Valaquia) y Transilvania era un Principado unitario e independiente.
Antes de ser dividida, Moldova, junto con Muntenia (o Valaquia) y Transilvania, las tres regiones que históricamente componen Rumanía, era un Principado -territorio gobernado por un príncipe o vaivoda que significa “comandante militar”- unitario e independiente.
La lengua, el rumano, une en un solo espacio a todos los habitantes que la hablan y heredan de su madre. Un moldavo entiende perfectamente a un transilvano, a un valaco o a un moldavo de la República de Moldova.
Iași, la capital de Moldova, descansa sobre un relieve de colinas. Un recorrido andando ayuda a conocerla más de cerca aunque en algunos tramos el paseo podría ser un reto para el viajero.
Estamos a finales de julio y en la calle peatonal que da a la Plaza del Palacio de la Cultura unos jóvenes estudiantes se despiden, see you!, posiblemente para siempre. Dos universidades importantes tienen aquí su sede, de modo que la presencia de estudiantes en la ciudad anima mucho el ambiente y da vigor a su ritmo.
Aún no están presentes en librerías y lugares de visibilidad pública manifestaciones abiertas de lo que es -o debería ser- la sexualidad de cada uno, tan frecuentes en las aglomeraciones urbanas occidentales. El moldavo también disfruta el presente, pero no olvida que hay Dios. Su presencia es evidente por doquier. Iglesias y santuarios tienen abiertas de par en par sus puertas a los feligreses que entran y se santiguan ante los iconos.
El poder del ejemplo parece ser contagioso. Unos visitantes del Reino Unido están de excursión por el Monasterio Golia, y a pesar de centrar su interés sobre todo en lo puramente histórico, conversando en voz alta como si estuvieran en un simple museo, se detienen por un momento en breve reflexión. Se sientan después en un banco del patio, a la sombra refrescante de un árbol frondoso, y descansan. Sus miradas, sin embargo, contemplan silenciosas el complejo monacal.
No se nota todavía en Iași ninguna prisa por ser occidental. La vida transcurre con calma y sin nerviosismo. Cafeterias y terrazas invitan discretamente, en una atmósfera cortés y de respeto al cliente a reponer fuerzas tras una caminata de curioseo turístico.
Este es un detalle que empieza a echarse de menos en muchas otras ciudades donde los visitantes, que avanzan en grupos distraídos y desordenados, hace falta reconocerlo, son asaltados por las múltiples ofertas de toda clase de servicios.
El viajero apresurado puede tomar su desayuno, comida o cena en una cantina de arrastrar bandeja que se encuentra al lado de la Estación Ferroviaria y no muy lejos de la Estación de Autobuses.
Puedes oír también habla ucraniana y rusa, la segunda sobre todo en la Estación de Autobuses donde paran viajeros y viajeras de la República de Moldova. Después de una hora, más o menos, tomo el microbús hacia Bălți.
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