La pistola es un relato que escribí hace más de 15 años. Lo revisé y decidí publicarlo en el blog. Le doy las gracias por haberlo corregido a Gonzalo Zaragoza, historiador, amigo y escritor. (Gonzalo me corrige todo lo que escribo).
La adolescencia es una edad bella pero peligrosa. Los errores aún se perdonan, a no ser que sean demasiado graves. El adolescente se cree capaz de hacerlo todo. Se cree capaz de luchar y de vencer. Y es muy importante no quitarle esta ilusión. Pero no es menos importante hacerle saber a tiempo lo que se debe hacer y lo que no.
El mundo de los adolescentes me interesa. Me interesan sus sueños confusos y sus deseos claros. Me atrae esa sangre viva y caliente que fluye veloz por sus venas; me atrae su agresividad, a menudo sin sentido, y su violencia, casi siempre, ciega.
El texto refleja el comienzo de la transición del comunismo al capitalismo en la desaparecida Unión Soviética, es decir la época del gran desorden: las antiguas leyes ya no funcionan, aparecían nuevos jefes que no buscaban privilegios sino posibilidades de enriquecimiento. El mundo criminal quería usurpar una parte a un estado que hasta entonces lo había controlado todo. Los jóvenes veían en ello una oportunidad de ganar dinero fácilmente.
Oleg, el jefe de los jóvenes delincuentes que aparecen en el relato, es un muchacho alto y fuerte, con planes muy claros de progresar en la vida. Nemoi es frío, inteligente, sin miedo al peligro pero carente de ambiciones. Su único deseo es tener los bolsillos llenos de billetes y gastarlos en placeres. Igori es el menor del grupo. Su tarea es la de robar de casa la pistola de su padre y llevársela a Oleg. Con la pistola Oleg logrará cumplir su sueño: obtener el primer encargo importante para así poder dar el gran salto y empezar su carrera de delincuente duro y respetado.
La acción del relato gira en torno a la pistola. A los tres muchachos les fascina lo que se puede conseguir con un arma de fuego: matar y con ello ganarse el aprecio de un hombre poderoso a quien todos admiran.