Un ojo por un croissant

Un ojo por un croissant

Un ojo por un croissant Comida que llega al cubo de basura

En el patio de la escuela dos niños jugaban al fútbol con un croissant. Les llamé la atención diciéndoles que aquello era para comerlo y no para patearlo. Uno de ellos me contestó con desdén: “Nos lo vamos a comer después”. Quise decirles algo, explicarles tal vez… pero no lo hice. “Sí, chicos, lo vais a comer”, pensé, no obstante, para mis adentros. Todos terminamos por comernos, tarde o temprano, lo que pisamos, escupimos, ensuciamos.

¿Pero de dónde viene este desprecio por la comida? ¿Cuál sería su origen? ¿La abundacia? ¿La mala calidad de lo que comemos? ¿La falta de hambre, de hambre verdadera, prolongada, enloquecedora?

Seguro que estos niños lo vieron hacer en sus familias. Vieron cómo su padre o su madre tiraban la comida a la bolsa de la basura, cómo en el frigorífico se estropeaban los alimentos, amontonados y olvidados, y que olían mal, cómo los restos del plato, comestible hace poco, se podían transformar en seguida en desperdicios.

Mi abuela me solía decir que en el plato dejo mi fuerza. Eso se les decía a todos los niños. Los niños no preguntaban qué quería decir la expresión. ¿Cómo que se dejaban la fuerza en el plato? Los niños antes no hacían tantas preguntas. Acababan la comida todo serios, decían “gracias”, y se iban a sus cosas.

Sí, el alimento es la fuerza del hombre. Imaginémonos un día sin comer. Imaginémonos una guerra, una hambruna. Tres días sin probar bocado y por un croissant pisoteado seríamos capaces de sacarle un ojo a cualquiera.

2 thoughts on “Un ojo por un croissant”

  1. Creo que la reflexión de transformar un croasán en balón de fútbol da pie a muchas interrogantes, abre interpretaciones diversas. Una es la que acometes, relacionada con el cambio de función de algo que se come y se transforma en objeto deportivo, lo cual abre también otras reflexiones; pero es, y quizás lo primero, la obsesión de los más jóvenes por ese deporte, el más universal, por mucho, más que cualquier otro, un balón de fútbol es el centro del universo de las últimas generaciones en los 5 continentes. Messi es más conocido en el mundo juvenil que el Santo Padre de la iglesia católica y ya eso es decir demasiado, casi una herejía.

  2. Coincidimos, quizá, en el hecho de que lo que deberìa permanecer para siempre sagrado se estă transformando en algo confuso y totalmente falto de significado para nadie.

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