Escribo, me jodo y disfruto

celine

Creo que fue Borges quien dijo: “leer mucho, escribir poco y publicar menos o nada”. Publicar, es decir que te publiquen. Una editorial prestigiosa, si fuera posible. Y disfrutar de miles y miles de lectores y del dinero que estos paguen por tus libros. Creo que hay pocos escritores en el mundo que no sueñen con eso.

Pero el panorama es como es, jodido. Nadie quiere publicarte y los concursos literarios los ganan siempre otros, no tú. Yo tuve la suerte de ganar uno, seguramente porque fui considerado como un bicho raro -un moldavo que escribe en español, fíjate qué cosa- y a alguien se le ocurrió que  funcionaría.

Hace siete u ocho años el panorama no me parecía tan antipático. Las editoriales contestaban los mensajes, pedían el manuscrito o los primeros capítulos y no tardaban demasiado, una eternidad, tal vez, en contestarte. Así me ocurrió con La ruleta. La envié a Destino. A los pocos días, y juro que no miento, me respondieron alabando lo poco que habían leído y aconsejándome que la presentara al Premio Nadal. Me sentí como si ya me lo hubieran dado.

Todavía recuerdo aquella sensación. Trato de imaginarme cómo sería aquella persona que me contestó. No sé por qué pero me la imagino con camisa blanca, con gafas, sentada a una mesa. Y una sonrisa, naturalmente. Un ser humano respetuoso con otro ser humano y con su trabajo.

Hoy día no trato con personas, trato con espectros. A las editoriales se llega sólo a través de agentes literarios. Me las imagino rodeadas de agentes literarios como de soldados con escudos que no dejan pasar ni a un pájaro volando.

Pero ni siquiera los agentes te dicen nada. Envío mis cuatro folios y es como si se los hubiera tragado la oscuridad. Me siento ridículo. Luego me olvido del asunto. Con el tiempo ya ni recuerdo a quién los había enviado. Mi propio trabajo deja de importarme. Las frases del manuscrito, puesto a enfriar, me parecen otras: no me gustan. O me gustan menos, como una comida que sabe mejor cuando aún está calentita.

¡Que se vaya todo a la mierda! me digo y cojo un libro ya publicado, claro, para leérmelo. Cuanto más antiguo sea el libro, mejor.

El libro me atrapa. Las frases son claras y precisas. Me estoy enfrascando con cierto júbilo en la lectura. Me doy cuenta de que es cierto lo que leí en otro sitio: lo que se escribió con escepticismo y amargura se lee con entusiasmo y alegría.

(Publicado el proscritosblog.com)

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