El Quijote de Cherkásov, Kozintsev y Tolubeyev
En 1957, cuatro años después de la muerte de Stalin, Grigori Kózintsev ofrecía al público su versión cinematográfica de Don Quijote, con Nikolai Cherkásov en el papel del Caballero de la Triste Figura.
A lo largo de su carrera Cherkásov recibió cinco Premios Stalin, el máximo galardón por méritos artísticos y científicos de aquella época. ¿Pero cómo habría conseguido este artista caer bien al tirano entre los tiranos?
En 1938 se estrenaba la película histórica “Alexandr Nevski” del director Serguei Eisenstein. El papel del príncipe, vencedor en la Batalla del Hielo contra los Caballeros Teutónicos, lo interpretaba Nikolai Cherkásov. Hay un momento en la película en que Alexandr pronuncia la frase más importante: “¡Quien a hierro mata, a hierro muere!” Esa era la imagen que, en opinión de Stalin -y parece que también en opinión de Cherkásov- debía quedar para la posteridad; no la de un príncipe envenenado y traicionado por sus allegados que había plasmado Eisenstein.
La historia se repitió cuatro años más tarde con el largometraje sobre Iván El Terrible. Eisenstein realizó la película pero a Stalin el zar Iván no le gustó. El dictador esperaba ver un personaje heroico y, en cambio, ¿qué ofrecía Eisenstein a la nación soviética en busca de modelos? ¿Un anciano que rezaba ante los iconos? Cherkásov interpretó magistralmente su papel aunque también él hubiera preferido un zar diferente, no alicaído sino resuelto y enérgico hasta el final. Esa actitud sincera del actor, que creía con honestidad que el arte debía aprovechar los valores históricos con fines educativos, coincidía casualmente con los propósitos de Stalin, que utilizaba el cine para los intereses propagandísticos del régimen.
El estalinismo se planteó arrancar a Dios del alma del pueblo soviético cuando el pueblo aún creía en Él ciegamente. Fue una operación muy dura, hecha sin anestesia y sobre un tejido vivo. El hombre europeo occidental había ido renunciando a su fe paulatinamente a medida que iba aumentando cada vez más el nivel de su prosperidad económica. Sin embargo, para el hombre soviético esa prosperidad no llegaría nunca. El hombre soviético fue brutalmente engañado. De él se rieron con satisfecho cinismo todos aquello que le habían prometido un futuro mejor. El pobre de él se quedó con la esperanza. El desengaño del Quijote soviético es profundo y de esa profundidad se alimenta su optimismo.
La Castilla del Quijote soviético es la meseta Ai-Petri de Crimea, el pueblo de Alonso Quijano el Bueno y Sancho Panza es una aldea tártara con casas encaladas y gallinas de corral paseando libremente por las callejuelas. El entorno tiene el encanto de peinture naïve con un caballero bueno y sabio -aunque también loco- que pretendía corregir los males del mundo en solitario. En un entorno hostil a la libertad de creación y de expresión, Kózintsev, Cherkásov y Tolubeyev (en el papel de Sancho) lograron crear a uno de los Quijotes quizás más próximo al ideal cervantino.
¿Habría aprobado Stalin la película de Kózintsev? Quien opta por el mal absoluto, quien lo practicó en las formas más diversas, quien se burló de la vida humana y la despreció profundamente podría ser capaz de reconocer en el hombre la bondad sin límites, no disimulada: la bondad cervantina.