- Ya no son ellos los que deciden qué hacer con sus vidas, sino una tal Merkel y un tal Barroso de “Burselas”…
Rumanía es un país que existe por la gracia de Dios. Desde que hemos entrado en la OTAN no necesitamos ejército: ya tenemos quien nos proteja. Después de meternos en la Unión Europea no nos hace falta industria: otros producen por nosotros. Comed y dormid tranquilos, parece que nos quieren decir nuestros nuevos papis. Y se ríen por un colmillo.
Los rumanos, disciplinados, comen y beben alegremente, liquidando lo que les quedaba aún en la despensa que, en opinión de muchos, Ceauşescu había dejado llena; y se duermen en las casas construidas en la época del “fusilado”. Sin embargo, en medio de esta perplejidad general, algunos han empezado a ver indicios de falacia. Ni el dictador, dicen, fue tan malo como lo pintan, ni los occidentales han resultado tan buenos. Y el país en que aún están viviendo va dejando de ser suyo poco a poco.
Ya no son ellos los que deciden qué hacer con sus vidas, sino una tal Merkel y un tal Barroso de “Burselas”, como decía una anciana, vendedora en el mercado. “¿Quiénes, coño, son esos Merkel y Barosu?” (en rumano “baros” significa “mazo”), preguntaba muy cabreada esa sencilla mujer. “¿Y por qué regla de tres hacen ellos la ley en mi tierra?”.
El caso es que ella había ido a votar a favor de la dimisión del presidente Traian Basescu. Lo mismo votaron siete millones y medio de rumanos, pero Merkel y Barosu de Burselas no querían que Basescu se fuera. Echaron pestes y rayos sobre los rumanos y los amenazaron con plagas y epidemias. Es decir, que no sacarían ni un céntimo para ellos de las arcas europeas, y ya podían ir pensando en hacer las maletas para largarse del Edén europeo.
A la vendedora no le gustó que le alzaran la voz de esa manera y dijo que a ese desgraciado de Barosu le daría ella con el “barosu” en sus mismísimos. Sí. Y a la Merkel también, si los tuviera.
Bromas aparte, señoras y señores, las cosas por aquí se están poniendo muy chungas. Si no paramos esto, nos habrán jodido otra vez por muchos decenios. Y parece que sólo pueden hacerlo hombres y mujeres como esa verdulera, con un par bien puesto.
(publicado en septiembre de 2012 en proscritosblog)