Llegará pronto y se esconderá debajo de la cama. Desde allí se oyen perfectamente todos los ruidos de la casa. Primero, el taconeo de los zapatos de mamá, después las pisadas lentas de papá y, por último, se escuchará el andar suave de las zapatillas del abuelo.
Le llegará también el olor de la cena pero para entonces ya se habrá quedado dormido con la cabecida apoyada en la almohadita que su madre le había dejado preparada antes. Alguien le despertará para que vaya a cenar. Y yo me quedaré otra vez solo, esperando la próxima visita para que me haga compañía.