La felicidad no es de este mundo
Nací, crecí y me eduqué en el mundo de una cultura desaparecida: la cultura soviética. Esa cultura pretendía romper con el pasado y crear sus propios valores. Su principal propósito era hacer que el pueblo creyera en su porvenir luminoso. Desde este punto de vista podríamos decir que era una cultura optimista. En los libros los conflictos se solucionaban de forma positiva; en el arte pictórico predominaban las actitudes enérgicas, intrépidas y exitosas; en las películas el hombre salía siempre victorioso en su lucha contra las adversidades de la vida. Todo ello respondía a un solo objetivo: después de leer un libro, de ver una película, de contemplar un cuadro, el ser humano debía sentirse más animado, abierto de alas.
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