La madre que parió a Picasso

'Retrato de mujer', de Pablo Picasso.

La gente sencilla, del montón, y también los niños piensan en términos de tripa y corazón y no se extasian fácilmente ante lo que no sea de fácil entendimiento o de uso concreto. Es más, son capaces de derrumbar con un solo gesto, una burla o una cerilla encendida toda una pirámide de valores que las minorías cultas tienden a edificar en torno a ciertos productos artísticos.

Unos rumanos entraron la pasada primavera en el museo de Rotterdam y se llevaron unos cuadros  de Picasso, Matisse, Gauguin. Su valor en el mercado superaba varios millones de euros.

Pues bien. Se llevaron lo robado, tranquilamente, sin que nadie les molestara, a su aldea natal. Ocultaron los lienzos en casa de una tía que ni podía sospechar  lo que se guardaba bajo el techo de su miserable hogar. Pero la pasma se enteró y se propuso rescatar las obras. Tras el registro policial la casa de la mujer quedó totalmente destrozada, pero no encontraron ni rastro de las telas. La mujer fue sometida a un brutal interrogatorio. Con los nervios hechos polvo y llorando de rabia maldecía a Picasso y a sus dos amiguetes cuyos nombres no sabía pronunciar, culpables, según ella, de la desgracia que le estaba ocurriendo. Las obras de arte no las encontraron nunca, pero sí sus cenizas: los ladrones, asustados por la magnitud del escándalo, las habían sacado al jardín donde las quemaron.

Hace un par de años estuve en el tribunal de un examen de español. La prueba consistía en un trabajo de final de curso que el alumno preparaba y debía presentarlo. Una chica eligió “Retrato de mujer”, de Picasso. No sabía contestar muy bien las preguntas que le hicimos.  Tartamudeaba o simplemente se callaba mientras los miembros del tribunal  la mirábamos tontamente esperando que por lo menos abriera la boca y dijera algo.  A mí se me ocurrió preguntarle si le había gustado cómo dibujó Picasso a la mujer. La pobre muchacha dijo que sí, seguramente creyendo que ésa era la respuesta esperada. Pero la calificación que obtuvo fue bastante mala.

Al final de aquel día de exámenes, cuando ya habíamos hecho públicos los resultados y queríamos largarnos a casa,  en una de las papeleras, repletas de folios con notas y apuntes, advertí que había un ejemplar del trabajo “Retrato de mujer”, de Pablo Picasso. La chica, cabreada con la calificación obtenida, lo había tirado a la basura ensuciando con palabrotas la memoria del artista.

(Publicado el

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