Dignidad de hombre

Dignidad de hombre

Jorge fue durante muchos años un alumno brillante; por eso nadie podía explicarse su fracaso escolar en el último año de bachillerato. Sus conocidos y amistades empezaron a pasar de él: los profesores se encogían de hombros, los empollones le criticaban y los vagos no querían aceptarlo como uno de los suyos. Jorge se quedó solo.

Su conducta en clase siempre fue ejemplar, aunque ahora todo le daba igual: Cervantes, el Rey Alfonso Quinto, o el Subjuntivo. No quería enterarse de nada. A veces ponía la cabeza en el pupitre y se dormía. Por lo visto pasaba las noches en blanco, fuera de casa y emborrachándose. A clase llegaba muy cansado. Yo le dejaba tranquilo. Prefería que durmiera en clase a que se refugiara vete a saber en qué otro lugar. Un día tuve que despertarle porque no había oído el timbre al terminar la clase.

– ¿Qué pasa, Jorge, te ha dejado?
– ¿Y usted cómo lo sabe?

Los párpados le pesaban. Contestó asqueado.

Una mujer puede transformar a un hombre en un despojo, pensé en aquel momento. Pero no se lo dije. ¿Para qué?, si él ya lo sabía.

– ¿Y usted qué haría?
– Procuraría no perder mi dignidad de hombre –le dije después de pensarlo un rato.

Una vaguedad para Jorge, su “dignidad de hombre”. Ella, en cambio, era algo muy concreto, algo material, voz, ojos, labios y quién sabe qué más. Decirle, pues, que hay que llorar. Que no le dé vergüenza. Llorar en solitario, sin contárselo a nadie porque le dirán mentiras. Que emborracharse podría ser una buena solución a corto plazo, pero que como siga así, acabará por perder esta batalla consigo mismo. Que salga a la calle y eche a correr.

Corre, Jorge, muchacho, corre. En esta loca carrera es a ella a quien vas dejando atrás. Corre hasta perderla de vista, hasta quedar exhausto. No vuelvas a casa aún. Es un sitio oscuro, demasiado pequeño y volverás a sentirla cerca. Date un paseo largo. Callejea. Ve cómo despierta la ciudad. Eso es maravilloso. La vida sigue, a pesar de todo.

Jorge se fue y yo no le dije nada de eso. No me habría tomado en serio: “No perder la dignidad de hombre”

A quienes la hemos perdido ya tantas veces…  nos resulta fácil decirlo.

en el aula: LA PALABRA FEA

(Publicado el , en proscritosblog.com, página desaparecida)

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