Depende de cómo se mire

Depende de cómo se mire Al principio creí que no iba a durar, que las cosas cambiarían.
Depende de cómo se mire Al principio creí que no iba a durar, que las cosas cambiarían.

Depende de cómo se mire

Al principio creí que no iba a durar, que las cosas cambiarían.  Que el mal gusto, la ordinariez y la chulería son elementos que salen a flotar en períodos de transición, cuando el pueblo empieza a oscilar y pierde el equilibrio como los pasajeros en un tren que da bandazos. Pero me equivoqué.

Un día, delante del instituto donde doy clases paró un Porsche Cayenne.  Ostentosamente, en doble fila, con la puerta abierta a pesar del invierno y con la música a todo meter para que se oyera bien.  Su dueño, un exalumno que esperaba a su piba.  Cadenas y pulseras de oro grueso, tejanos de diseño, chaqueta de cuero blanco con el cuello subido, gafas de aviador norteamericano a pesar del cielo nublado. Hablando al móvil y gesticulando con aplomo. Visible desde todos los ángulos de la pequeña plaza. Los coches que pasaban por ahí no se atrevían a pitar. Porsche Cayenne, oye, la hostia de las hostias.

Me vio y me saludó:
– Hola, señor profesor, ¿cómo está?
– Bien.
¿Has visto? Te ha saludado. Debí sentirme halagado, desde luego, algo es algo.

Tú a lo tuyo, te dices. Te vuelves cada vez más práctico, más elemental, más ajeno a toda esa mierda. Más egoísta, en definitiva. Te defiendes como puedes.

Recientemente, el padre de un alumno descontento me ha dicho por teléfono que lleva diez años haciendo kárate y es cinturón negro. Le dije que bien, que lo he entendido y no hace falta que me lo demuestre.

Restas importancia también a eso. Miras a tu alrededor un poco perplejo, pero te recuperas pronto y a modo de breve y efímero alivio no se te ocurre otra cosa que pensar que ya va quedando poco para las próximas vacaciones.

Hace cosa de un mes, más o menos, un sujeto arrolló con su bemeuve rojo a una viejecita y se dio a la fuga. Tripa cervecera, nuca rapada, mucho oro pesado encima. Inconfundible. Y tres palabras en el vocabulario, ¿y qué, qué pasa?, que repite apenas abriendo la boca y con una especie de seseo chulesco en la punta de la lengua. Cuando le preguntan si tiene algo que declarar, contesta con calma asesina: Así es la vida, si no lo aceptas, te jodes.

Y ¿por qué no?, te dices de nuevo. Al mirarlas así, las cosas de repente se ven muy simples, muy claras.

(Texto revisado, Publicado el , en una página desaparecida)

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