Déjame morder un poco

Algunos hechos que ocurren me evocan de repente algunas situaciones vividas en el pasado, lo que me demuestra que la vida es un continuo ir y venir, y que todo eso es la vida misma.

Cierta vez me invitaron a un evento importante con comida y charla incluidas. Un colega de profesión, a quien acababa de conocer, me pidió que le dejara probar un poco de la paella de mi plato con mi tenedor. Y tuve que acceder porque no se me ocurría la manera de rechazarlo.

Y esto me hizo recordar que en mi época escolar un compañero, siempre el mismo, solía pedirme un trocito de mi manzana con un brevísimo „¡déjame morder un poco!”. Y no se lo negaba por la misma razón: porque no podía. Después de lo cual procuraba comer la manzana que quedaba sin tocar la parte que mi compañero había devorado. Es decir que mordisqueaba atentamente alrededor y tiraba el resto a la basura. ¡Una pena!

Hay mucha gente que a veces toma prestadas prendas de vestir de otros y que luego se las ponen en ciertas ocasiones, lo que puede dar inicio a una amistad o puede también acabar con ella.

Cuando era estudiante en la Universidad Estatal de Kishinau, en otoño nos llevaban a recoger uva en algún pueblo de la República Soviética Socialista de Moldova. Allí, calentados por el sol de octubre, que licuaba en los racimos las últimas gotas de azúcar, casi todos los chicos solíamos enrollarnos con nuestras compañeras de curso. Historias de amor superfluo y pasajero que sólo duraban un mes y que no dejaban un gusto amargo. Era casi una tradición que a la chica se la llevara otro compañero al volver a Kishinau. El trato quedaba apañado al final de la temporada con una sencilla pregunta ¿me la prestas? Las chicas hacían lo mismo y así las parejas se conocían de antemano.

¡Cómo nos gusta lo que otros ya han probado!

Por todo lo que he contado no me chocó en absoluto que mi hijo me comentara un día que una chica de su curso, que desde hacía tiempo era pareja de otro compañero, se le acercara de una manera informal, por decirlo así, para informarle que no tenía nada mal una parte de su cuerpo, me parece que el abdomen, si no recuerdo mal. No le comenté gran cosa. Tan sólo le advertí que lo que a él no le hubiera importado probar en aquel momento, seguro que antes ya lo habría probado otro.

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