Niza: Una masacre permitida

Nos tenemos que ir acostumbrando a la idea de que nos pueden matar en nuestra propia casa de cualquier manera; con bombas, fusiles de asalto, cuchillos largos y encorvados para degollar ovejas, en los trenes o con camiones entrando a todo gas en multitudes de personas y arrollarlas bajo las ruedas. Todo vale con tal de matar más y más europeos tontos y totalmente desprotegidos.

El chófer tunecino, autor de la hazaña terrorista de Niza, condujo su camión atropellando gente por una distancia de dos largos kilómetros. Al final fue abatido por la policía francesa sólo después de haber embestido mortalmente a más de 80 hombres, mujeres y niños.

Murió con la satisfacción de la misión cumplida.

¿Cómo entró ese camión en un lugar lleno de gente que celebraba una fiesta nacional? Tranquilamente, sin que nadie lo detuviera.

Quien estuvo en Viena, por ejemplo, sabe que el metro de esta ciudad no tiene vigilantes ni torniquetes. Puede entrar y un cazador de cocodrilos, armado hasta los dientes.

La prensa de estos días está llena de artículos que analizan el ataque de Niza. No hay nada que analizar. Fue una masacre pertimitida de antemano por nuestra excesiva indulgencia. Los policías franceses no mataron a este horrible asesino en seguida porque las leyes civilizadas otorgan a los criminales derechos humanos y prohíben pegarles un tiro sin juicio.

¿Cuántos ciudadanos europeos tendrán que morir hasta que nos demos cuenta de que el problema es muy gordo? Respuesta: Muchos.

No hay que ser muy creativo para matar. Se mata apretando el gatillo, tirando una bomba, sacando un cuchillo, volando un tren o atropellando con un vehículo. Defenderse es mucho más complicado. Por eso tenemos que empezar a aprenderlo ya.

Léase también A morir se educa, Sobre malos y peores, Entre Kiev y París.

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