Don Pedro Sangre

Don Pedro Sangre

Don Pedro Sangre, El pirata Capitán Blood

Leí “La Odisea de Capitán Blood” cuando tenía doce o trece años. Todo en esta obra es encantador: Peter Blood, elegante y valiente moreno de ojos azules, licenciado en medicina y pirata por obligación; Arabella, hermosa y rica muchacha criolla; las batallas en el mar, los paisajes del Caribe, de la Isla Tortuga, de Maracaibo, Jamaica y Cartagena. Y hasta los piratas, borrachos, andrajosos y siempre pendecieros pero sin miedo al peligro y a la muerte. Y por supuesto el amor que surge entre Peter y Arabella, sometido a lo largo de la aventura a todo tipo de pruebas, amor que al final acaba, como es lógico, en una resonante boda.

El personaje nefasto, horriblemente representado es el español que compone una aglomeración estrafalaria de sujetos sanguinarios, miserables y crueles. El español es, en la visión del escritor, ejemplo de canalla, totalmente falto de escrúpulos en el momento de poner en práctica cualquier vileza, y extremadamente olvidadizo  de su promesa o palabra de honor. El relato fluye con una especie de resignación objetiva: ¿qué le vamos a hacer?, así ocurrieron las cosas, así se las hemos contado.

El lector, más o menos informado, podría pensar que el deseo de su autor, Rafael Sabatini, italiano afincado en Inglaterra, fue el de escribir una obra a gusto de la corona británica para mostrar su agradecimiento al país que lo había naturalizado y cuya lengua tanto amaba.

Lo mejor y lo peor de este mundo está en la lengua, nos cuenta el esclavo Esopo en una de sus fábulas más aleccionadoras. Con ella amamos, decimos la verdad, construimos ciudades, persuadimos en nombre de la razón, unimos y alabamos a Dios. Pero también con la lengua odiamos, mentimos, destruimos, blasfemiamos y dividimos. Hace 2500 años Esopo, ese esclavo deforme, intuyó la fuerza de la palabra para retorcer la realidad.

¿Retuerce la realidad el escritor Sabatini? ¿Es “Peter Blood”un libro manipulador y propagandístico? De la forma que tiene el escritor de presentar a los españoles, un lector de doce o trece años deduce en seguida que la nación española, es, en su conjunto, la más bellaca del mundo.

Quien manipula es, sin duda, malo. Quien se deja manipular, es tonto. ¿Pero cómo llamar a quienes han disfrutado del mismo poderío lingūístico y no lo han utilizado para contrarrestar el efecto de la manipulación?

Lamento dos cosas: La primera, no haber aprendido el inglés tan bien como el español y la segunda, tener que lamentarlo.  Si España hubiera convertido en ventajas todos los beneficios que le traía la colonización, el mundo entero hablaría hoy, tal vez, la lengua de Miguel de Cervantes y no la de William Shakespeare, Rafael Sabatini hubiera preferido vivir en España y escribir sus libros en español y el Capitán Blood se llamaría Don Pedro Sangre.

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